Un Varela colmadísimo fue testigo de la clasificación agónica de nuestro combinado nacional a la copa del mundo del año próximo. Cuando llegué, Facundo estaba ubicado con su amigo que me propuso ir a una ferretería a comprar clavos para cortarlos durante el partido. Ya en el viaje en el 110 había clima de tensión futbolera. Tres o cuatro pasajeros íbamos parados escuchando la radio junto al chofer, rogando que Heinze no hiciera un penal en los primeros minutos.
El partido lo vimos en un ida y vuelta constante entre la mesa y la puerta. Salir a fumar un pucho implicaba una larga discusión sobre la era maradoniana. Luego llegó la hora de los festejos y la socialización. La mesa se agrandó con Belu y la compañera de Facundo, que se sumaron al ritual fernetero con mucha actitud. Corrían las milanesitas al perejil y llegó Jero, en su arribo más tempranero en lo que va del año. Mi amigo, y ex compañero de banco, hizo las veces de conejillo de indias para mi planificación de matemática. Debo decir que salió airoso con los cálculos mentales, y otra vez esbozamos posibles ejercicios vinculando las fracciones con la música.
Al rato llegó Divo y pudimos brindar por mi pasado cumpleaños. Una crónica aparte merece la que declaramos “Premio Revelación a la Fantasía”: una exquisita medialuna con jamón, queso y morrón que se llevó todos los aplausos. Otro momento emotivo fue cuando entregamos el “Premio a la Trayectoria” a la milanesa que bien merecido lo tenía.
Pero sin duda lo mejor de la noche fue cuando nos cambiamos de mesa y Javier se largó a contar anécdotas. Primero nos contó la historia del Rhum “Negrita” añejado en el sótano y su fiel consumidor. Luego nos enteramos que ayer volvieron a hablar entre ellos dos habitués del bar: Juan (el señor del bastón) y el Señor Bragado. Parece que hacía 7 u 8 meses que no se dirigían la palabra, y ayer el gol de Bolatti sirvió para romper el hielo y limar asperezas. Una cosa llevó a la otra y Javier se despachó con la anécdota más sofisticada y mejor narrada de la noche: Resulta que un día Javier fue con su amigo a anotarse a un gimnasio. Allí les entregaron una bolsita con diversos elementos cosméticos para hombre. El kit incluía shampoo, loción para afeitarse, y un misterioso producto que tenía la inscripción: Controla tu brillo. Cuando volvían caminando, Javier y su amigo pararon en un kiosco y se pusieron a charlar animadamente sobre el kit de higiene. Javier leía en voz alta “Controla tu brillo” tratando de descifrar la utilidad del producto. La hipótesis más fuerte era que servía para disminuir el brillo de la cara en los hombres que transpiran mucho, pero seguía siendo un misterio sin resolver. A todo esto, una llamativa señorita en la flor de la edad esperaba su turno para comprar en el kiosco. Suponemos que alguna mirada habrá recibido por parte de nuestros amigos, pero no pasó más que eso.
Los protagonistas de esta historia siguieron camino tranquilamente, pero a las pocas cuadras un señor se bajó muy enojado de un auto y les recriminó: Ustedes le dijeron TROLA a mi hija! Ustedes le dijeron TROLA a mi hija!! Javier y su compañero no entendían nada y evitaron un enfrentamiento, en parte por pacifismo, en parte por desconocer los motivos, y me animo a agregar que en parte por el cansancio producto de la jornada de gimnasio.
Analizando las causas del enojo del señor, Javier, quien demostró tener una gran capacidad detectivesca, vio a la chica del kiosco dentro del auto, y recordó el diálogo que habían tenido en el kiosco: ConTROLA tu brillo había sido una frase marcada con énfasis. Y así se resolvió el misterio, un malentendido entre la cosmética y el lenguaje, una muchachita con cola de paja y un producto que trajo más complicaciones que soluciones.
El partido lo vimos en un ida y vuelta constante entre la mesa y la puerta. Salir a fumar un pucho implicaba una larga discusión sobre la era maradoniana. Luego llegó la hora de los festejos y la socialización. La mesa se agrandó con Belu y la compañera de Facundo, que se sumaron al ritual fernetero con mucha actitud. Corrían las milanesitas al perejil y llegó Jero, en su arribo más tempranero en lo que va del año. Mi amigo, y ex compañero de banco, hizo las veces de conejillo de indias para mi planificación de matemática. Debo decir que salió airoso con los cálculos mentales, y otra vez esbozamos posibles ejercicios vinculando las fracciones con la música.
Al rato llegó Divo y pudimos brindar por mi pasado cumpleaños. Una crónica aparte merece la que declaramos “Premio Revelación a la Fantasía”: una exquisita medialuna con jamón, queso y morrón que se llevó todos los aplausos. Otro momento emotivo fue cuando entregamos el “Premio a la Trayectoria” a la milanesa que bien merecido lo tenía.
Pero sin duda lo mejor de la noche fue cuando nos cambiamos de mesa y Javier se largó a contar anécdotas. Primero nos contó la historia del Rhum “Negrita” añejado en el sótano y su fiel consumidor. Luego nos enteramos que ayer volvieron a hablar entre ellos dos habitués del bar: Juan (el señor del bastón) y el Señor Bragado. Parece que hacía 7 u 8 meses que no se dirigían la palabra, y ayer el gol de Bolatti sirvió para romper el hielo y limar asperezas. Una cosa llevó a la otra y Javier se despachó con la anécdota más sofisticada y mejor narrada de la noche: Resulta que un día Javier fue con su amigo a anotarse a un gimnasio. Allí les entregaron una bolsita con diversos elementos cosméticos para hombre. El kit incluía shampoo, loción para afeitarse, y un misterioso producto que tenía la inscripción: Controla tu brillo. Cuando volvían caminando, Javier y su amigo pararon en un kiosco y se pusieron a charlar animadamente sobre el kit de higiene. Javier leía en voz alta “Controla tu brillo” tratando de descifrar la utilidad del producto. La hipótesis más fuerte era que servía para disminuir el brillo de la cara en los hombres que transpiran mucho, pero seguía siendo un misterio sin resolver. A todo esto, una llamativa señorita en la flor de la edad esperaba su turno para comprar en el kiosco. Suponemos que alguna mirada habrá recibido por parte de nuestros amigos, pero no pasó más que eso.
Los protagonistas de esta historia siguieron camino tranquilamente, pero a las pocas cuadras un señor se bajó muy enojado de un auto y les recriminó: Ustedes le dijeron TROLA a mi hija! Ustedes le dijeron TROLA a mi hija!! Javier y su compañero no entendían nada y evitaron un enfrentamiento, en parte por pacifismo, en parte por desconocer los motivos, y me animo a agregar que en parte por el cansancio producto de la jornada de gimnasio.
Analizando las causas del enojo del señor, Javier, quien demostró tener una gran capacidad detectivesca, vio a la chica del kiosco dentro del auto, y recordó el diálogo que habían tenido en el kiosco: ConTROLA tu brillo había sido una frase marcada con énfasis. Y así se resolvió el misterio, un malentendido entre la cosmética y el lenguaje, una muchachita con cola de paja y un producto que trajo más complicaciones que soluciones.
3 comentarios:
Muy buena la crónica Juan!!!
Que buenas las anécdotas de Javier, el ir mutando de mesa te encuentra con nuevas historias.
Una corrección es que el señor del bastón no se peleó con el escritor Ricardo sino con nuestro amigo de Bragado, Chivilcoy, etc que ahora no me acuerdo como se llama... ahhh, que bronca pero no me acuerdo...
Ya hice las correcciones! Me costó reconstruir la noche jeje, mejor así entre todos no?
Abrazo! Nos vemos el sábado en Gomezlandia
Prometo una crónica con fotos paulistas muy pronto!
Se los extraña baffas!!!
Abrazos
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