viernes, 3 de octubre de 2008

Lalo Schifrin y la cañeria



Esto de actualizar cada uno, me hace acordar a la frase ochetosa/futbolera de ATC: Hoy, muevo yo Mauro.

Llegué temprano porque había quejas de que estaba llegando tarde. Ya estaba en la barra Fede con su Campari con soda. Nos clavamos dos suculentos sanguches y me contó un poco de la travesía de cameramam en Panamá. Me acuerdo que charlamos de la disyuntiva que crea cuando uno por trámites oficiales le hacen llenar una planilla donde preguntan: "Actividad u Oficio".
¿Qué poner? Estudiante??? El quía te mira por debajo de los lentes del otro lado del mostrador y te dice: Gordito, ya estás grande para machetes y apuntes!!!.

Después llegó Diego Falótico y hablamos de vinos. Él estudia hotelería y tiene materias que le enseñan cosas básicas de sommelier's. Qué bueno!!!. Yo me quiero comprar una "bitácora" para realizar anotaciones sensoriales acerca de los vinos que voy probando con mi tío Carlitos.

Aclaro que la palabra bitácora y el término empleado me lo sugirió Federico diciéndome que los capitanes de barco la utilizan para sus viajes.

Otra cosa: Brindo porque Federico realizó un curso de buzo en Panamá. Así que le vamos a dar una cámara fotográfica acuática y que tome fotos de peces del río Paraná.

Después llegó Juan y Joako, y con ellos la pizza. Había un cumpleaños muy concurrido y nosotros seguíamos haciendo barra en una esquina todos amontonados, cerquita de la máquina de cortar fiambre.

A mí las várices no me daban más. Estar parado durante tanto tiempo y con tanto fernet encima preferí invitarlos a todos afuera, aunque no había mesa montada junto al árbol que te da un aura distinta. Estuvimos junto al ventanal de la calle Billinghurst y a todos nos gustó.

De vez en cuando Daniela se acordaba de nosotros salía y nos traía más fernet y papas fritas y manices.

Ahí llegó Jero o más conocido como última hora. Y hablamos de su experiencia musical de hace un par de años atrás con Lalo Schifrin y la buena cañería que tenía y que se notaba que él quía en algún momento había sido un pianista de la re puta madre, pero en esos días la vejez se le notaba en las teclas. Contó que llegaba tarde a los ensayos, que le dejaban algunos sanguchitos de miga y que en el hotel siempre había un careta que en el desayuno no le dejaba acopiar sanguches armados y revestidos con servilleta dentro de los dos inmensos bolsillos de una campera tan abrigada que llevaba a los desayunos justamente para llevarse yogures y sanguches a escondidas.

Después me fui a mi casa con Roberto, mi chofer que me pregunta acerca de la mesa Baffa, porque no vino el periodista traidor, etc, etc.

Pero esa será otra entrada.

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